martes, 27 de marzo de 2012

Día 190: Palabras que escribiré mañana



Lo más curioso de esta entrada, es que no se lo que pone.
No conozco las palabras que irán sobre estas líneas.
Y no lo sé por un motivo muy simple: aún no las he escrito.
Ni siquiera las habré escrito cuando le de al botón de publicar.
Las escribiré mañana.
Entendiéndose mañana como el futuro, no como el día 28 de marzo de 2012.
Puedes no creerme, me da igual. 
Ya estoy acostumbrado.
Sin embardo, a pesar de no saber lo que pone, podría afirmar con total seguridad (ya que seré yo quien las escriba) que, por muchas palabras que sean, no dirán nada.


Las palabras, esas grandes mentirosas,
que nunca dicen lo que piensan.

lunes, 19 de marzo de 2012

Día 182: El día que cogieron antes al cojo que al mentiroso



Mentir gratuitamente es divertido, tanto como llamar diario a algo que no es diario, (ni tan siquiera semanal; es más, sin periodicidad alguna, a algo puramente esporádico).
Pero que no te pillen. Cuando se destapa una mentira suele perder la gracia (siempre y cuando no sea una mentira trampa, de esas en las que la esencia reside en que se descubra la verdad).

Miente bien.
Miénteme.
Dime que me quieres.
Cree que te quiero.
Quiere que te crea.
Creo que te quiero.
Quiero que me creas.
Pero, más aún, quiero creerte.
Aunque para creerte me tienes que mentir.
Mentir es vivir.
Vivir sin vivir.
Vivir de mentira.

No todas las mentiras piadosas son indoloras, de la misma manera que hay verdades que duelen y hay verdades que no.

Que no.
Que no quiero creer que quiero que no quieres que te quiera.
Porque te quiero más de lo que quiero.
Y por eso te miento.
Y por eso te digo que no te quiero.
Porque te quiero.
¿Y tú, me quieres?

Y así terminó el día en que el mentiroso corrió más que el cojo.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Día 142: Sombras que juegan malas pasadas



Si hay alguien acostumbrado a mentir es tu propia sombra, ya que es difícil que sea dos veces exactamente igual. El más leve movimiento le hace cambiar, para bien o para mal, y convertirse en otra distinta.

Tu sombra, mi sombra, su sombra, nuestras sombras, las vuestras o las de ellos, da igual, todas cambian, y no se puede impedir. Ni yo puedo, ni tu puedes, ni el ni ella pueden, ni nosotros podemos, ni vosotros podéis, ni mucho menos ellos pueden.

Sé que es absurdo hablar de sombras, pero, llegados a este punto, me da igual.
No confíes en tu sombra, pues cada vez que pueda huirá de ti.
Déjala marchar, al fin y al cabo, acabará volviendo a ti, pues sin ti no es nada.
Ser la sombra de nada es ser oscuridad, y ser oscuridad es no ser nada. 
Nada no existe, porque nada no es, así que nadando vine y nadando me voy.


"Amaneció sin querer, y con la luz fuimos dos sombras..."

miércoles, 18 de enero de 2012

Día 121: El día que la casualidad pudo conmigo



Día 121, es decir, 11 tramos de 11 días, hasta llegar a la entrada 11... 
He de reconocer que la entrada iba a ir de otra cosa (estaba ya casi terminada), pero al darme cuenta de tanta casualidad junta he tenido que borrarla y empezar de cero.
Tengo cierta debilidad por las casualidades, lo reconozco, aunque ni si quiera sé si son reales, así que empezaré por el principio.

¿Existe la casualidad?

Como en casi todo, no hay una respuesta única a esta pregunta y, por contra, hay muchas válidas.
Sin entrar en un debate casualidad vs causalidad, diré que sí que existe (siendo, como todo lo expuesto en este blog, una muy humilde opinión).

Bajo mi punto de vista, no pueden no existir las casualidades. Por mucho que haya una causa que justifique la casualidad en cuestión, ¿quién nos asegura que dicha causa no sea a su vez derivada de una casualidad?

Remitámonos a la Real Academia de la lengua Española:

Casualidad:
(De casual).
1. f. Combinación de circunstancias que no se pueden prever ni evitar.




Dicho esto, añadiría que lo que realmente diferencia las casualidades de los actos deliberados es que las casualidades no se pueden controlar. Van mucho más allá de un querer hacer o un desear. 
Por ejemplo, yo podría desear que me tocara la lotería, pero que mi número fuera el ganador no estaría condicionado por el hecho de que yo quiero que me toque, si no que sería consecuencia de una casualidad... ¿o de la suerte?



¿Cuánto influye la suerte en las casualidades?

Mucho, pero no sólo la buena suerte, pues también ocurren casualidades que no son buenas (con bastante frecuencia).

¿Qué hace que la suerte sea buena o mala?

Probablemente una casualidad...

¿De donde sale la suerte?

Ruego atentamente que si alguien sabe la respuesta a esta pregunta me lo haga saber y rompa con su egoísmo, pues la suerte es un camino más hacia la plena felicidad.

Volviendo al tema de las casualidades y a modo de conclusión, olvidaos de donde vienen, de que son consecuencia, y disfrutadlas (siempre que sean casualidades satisfactorias), pues no abundan y están en peligro de extinción.